Anarcofeminismo: las mujeres libres que el franquismo siempre quiso ocultarnos

Por Sara Montero | Cuartopoder 

Amparo Poch y Gascón obtuvo el premio extraordinario de Medicina en 1929, escribió ‘La vida sexual de la mujer’ en 1932 y trabajó para Federica Montseny en el Ministerio de Sanidad. Lucía Sánchez Saornil escribió poesía vanguardista y social y vivió hasta su muerte con una mujer: América Barroso. Mercedes Comaposada comenzó su carrera siendo montadora en una empresa de producción cinematográfica y la terminó llevando los asuntos de Pablo Picasso en Francia. Las tres fueron pioneras, anarquistas y fundadoras de la Federación de Mujeres Libres en 1936. Sus escritos y logros fueron después barridos por el franquismo hasta ser borrados por completo de la memoria colectiva. Pocos jóvenes conocen hoy quienes son ellas. Con motivo del 80 aniversario de la creación de esta asociación de mujeres libertarias la Confederación General del Trabajo (CGT) organiza una serie de conferencias los próximos 8, 9 y 10 de septiembre en Madrid para enfrentar a la democracia con su propia historia.

“Para conocer el origen del anarcosindicalismo hay que remontarse varias décadas antes de que apareciera la Federación Mujeres Libres, aproximadamente al año 1870. Las mujeres empezaron a vincularse al sindicalismo, con importantes referentes como Teresa Claramunt (quien dijo que la mujer obrera era “la esclava del esclavo”). Entonces surgieron grupos en los pueblos y las ciudades. Vieron que se ninguneaba a las mujeres y comenzaron a crear organizaciones femeninas, aunque tienen una duración breve”, explica Laura Vicente, autora del libro ‘Mujeres Libertarias de Zaragoza. El feminismo anarquista en la Transición’.

Aunque en las raíces del anarquismo está el fin de las jerarquías y el control social, este grupo de mujeres se negó a esperar a que la revolución social trajera la igualdad entre sexos, como decían sus compañeros. Para ellas, eran procesos paralelos y no sucesivos. Tampoco aceptaban la palabra “feminismo”, ya que lo relacionaban con el sufragismo, y preferían hablar de “humanismo integral”.

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Una reunión de Mujeres Libres, donde debatían sobre política, maternidad o sexualidad femenina. / CGT

La Federación Mujeres Libres fue el resultado de la unión entre el grupo de anarquistas madrileñas y el Grupo Cultural Femenino de Barcelona. En 1938 ya contaba con 20.000 integrantes. Esta organización independiente no solo se preocupó de luchar por los objetivos libertarios, también batalló contra los problemas específicos de la mujer, tal y como relata en el libro ‘Mujeres Libres: el anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres”, de la investigadora Martha Ackelsberg, que será una de las ponentes de la conferencia de septiembre. Los miembros más veteranos de Mujeres Libres organizaban cursos de mecánica o conducción para capacitar a las obreras para un nuevo oficio, ofrecían charlas de puericultura para las madres y les daban nociones de sexualidad, enseñándoles, por ejemplo, a explorar su propio cuerpo. Para difundir estos conceptos contaban con la revista ‘Mujeres Libres’, que llegó a lanzar 13 números.

Para ellas, la emancipación de la mujer en el plano económico era lo principal, pero no lo único: había que llevar la igualdad también a los hogares y la vida privada. Mujeres Libres quería “emancipar a la mujer de la triple esclavitud a que, generalmente, ha estado y sigue estando sometida: esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora”. Esta federación también puso en marcha los ‘Liberatorios de prostitución’. Las prostitutas eran para ellas mujeres que se habían visto obligadas a ejercer el oficio por falta de recursos económicos. Para salir de la pobreza, las reclutaban y las formaban en otros oficios donde se pudieran ganarse la vida. También debatieron sobre temas que aún no están resueltos: como la igualdad salarial, la coeducación, el reparto de tareas o el polémico amor libre, que rechazaba el matrimonio y que hoy aún sigue escandalizando a muchos. Otro de los temas que les hacían ganarse el rechazo de los conservadores eran sus charlas sobre el aborto o el uso de los anticonceptivos: estas mujeres luchaban porque las obreras tuvieran el control de la natalidad y el sexo no fuera únicamente una herramienta de procreación.

La Guerra Civil lo cambió todo. “Comenzaron también a formarlas para el frente y a hacer campañas para que, por ejemplo, se acogieran refugiados”, explica Vicente. Sin embargo, Mujeres Libres tuvo que enfrentarse también a sus propios compañeros en la batalla, dentro y fuera del anarquismo, que creían que ellas serían más útiles en la retaguardia, dedicándose a vendar a los heridos y a dar de comer a los soldados y no cogiendo un fusil, algo irrenunciable para ellas. La imagen de la miliciana con un arma está inserta en el imaginario colectivo gracias a la película ‘Libertarias’, de Vicente Aranda, que versa precisamente sobre las mujeres de esta organización.